Relato: La Criatura
En otro orden de cosas, pido disculpas a nuestros fans (¡¡Hola Lucía, Fer, ¿Estibaliz? más te vale XD) por esta laaaaargaaaaaa inactividad en el foro. ¡¡Prometo (espero que Sara también) que actualizaremos más a menudo!!
Y bueno, esta es una entrada que llevaba mucho tiempo en el tintero, y que inauguraba una nueva sección titulada Relatos, que tratará de relatos cortos que tanto Sara como yo vayamos escribiendo. El relato de hoy se llama La Criatura y fue el relato que presenté para el Reto IV de Asshai.com. En un futuro no muy lejano, este relato se verá publicado en un libro, que se podrá comprar y que os avisaré cuando se ponga a la venta (Por Internet obviamente, no hay recursos para publicar en librerías). Ahora, sin más dilación, el relato.
Love & Peace!
____________________________________________________
La criatura
La criatura despertó. Tenía hambre. Se deslizó perezosamente por las profundidades marinas, hasta que emergió a la superficie. Y, lentamente, se dirigió a la ciudad.
La Comisaría era un caos. Algún enajenado había decidido volar el centro comercial al lado del puerto, y por si fuera poco, se sucedían las llamadas de ciudadanos diciendo haber visto una extraña criatura en los alrededores. El comisario Raimi decidió ir hasta el lugar del suceso en persona, a pesar de que su presencia seguramente sería más necesaria allí en la Comisaría, pues habían mandado a casi todos los policías al centro comercial. Indicó con un gesto a la teniente García que la acompañase, y se dirigió a la puerta. La teniente García era una joven morena y menuda, de unos treinta años, y con una hoja de servicio y un expediente impecables a sus espaldas.
- ¿Adonde vamos, señor?- inquirió ésta cogiendo su chaqueta y su arma.
- Al puerto, a ver que es lo que realmente está pasando allí.
La teniente García asintió con un leve movimiento de cabeza y salió por la puerta detrás del comisario, dirigiéndose luego al coche patrulla, un Land Rover casi nuevo, con los colores de la policía local.
Raimi se sentó del lado del conductor y, poniendo la sirena, condujo a toda velocidad la distancia que separaba la Comisaría del puerto. Al llegar allí, se encontró con toda la zona acordonada por sus hombres, que habían partido hacía ya un par de horas hacia aquel lugar. Se encontraban también allí los camiones de bomberos, y un par de ambulancias del servicio de emergencias. La gente al otro lado del cordón policial miraba con curiosidad las operaciones que se llevaban allí a cabo. El centro comercial, a un centenar largo de metros, estaba parcialmente derruido, y García se preguntó que explosivo podría causar tal destrucción. “De hecho”, pensó, “parece más como si se hubiese estrellado contra él un avión pequeño”.
Mientras García observaba la destrucción, Raimi preguntó al policía más cercano acerca de la situación. Según las palabras de éste, la mitad del edificio se había derrumbado después de un gran ruido sordo, y las salidas habían sido bloqueadas por los escombros, no habiendo manera de penetrar en el edificio más que por un agujero de unos cuatro metros de diámetro a unos seis del suelo. Ya los bomberos se preparaban para entrar en el edificio a intentar rescatar a los posibles supervivientes, pues un perito había confirmado que no se producirían más derrumbamientos en éste. Ningún grupo terrorista ni radical había reivindicado el ataque, y Raimi no creía que hubiera otra fuerza capaz de realizar semejante desaguisado. En cuanto a las llamadas avisando del avistamiento de una criatura extraña, “alguna broma pesada de algún criajo que no tenía nada mejor que hacer” según palabras del propio policía.
Ningún policía ni bombero había visto u oído algo, y alguien sugirió que quizá la forma de los escombros había engañado a algún anciano corto de vista. Raimi asintió, y se disponía a dirigirse hacia el jefe de bomberos cuando se vio abordado por dos periodistas, micrófono en mano, que le preguntaban acerca del siniestro, de la autoría del ataque y un sinfín de preguntas más que Raimi ignoró completamente. A una señal suya, García y otro policía “escoltaron” a los periodistas a la zona más allá del cordón policial, reiterando la prohibición de superarlo. Ante las quejas de los periodistas, García respondió escuetamente a algunas de sus preguntas, no dando ninguna información relevante ni nada que pudiera hacer cundir el pánico entre la opinión pública.
Se encontraba de espaldas al edificio, así que no vio la segunda explosión, que produjo un surtidor de escombros en un lateral de este, e hizo que llovieran piedras encima de las fuerzas de seguridad y de algunos de los curiosos. Una de las piedras golpeó a García en un hombro, haciendo que dejara de sentir un momento el brazo derecho. Ella rodó sobre el suelo, sacando su pistola y apuntando en la dirección de la explosión. Los periodistas, ahora detrás de ella, corrieron en dirección opuesta, pues por el poco sueldo que ganaban no merecía la pena arriesgar sus pellejos.
Un humo gris ocultaba ahora el edificio, y a García le parecía oír una respiración agitada, auque quizá fuese la suya propia o la de uno de los muchos policías que había por la zona. “Si realmente han sido unos terroristas” pensó mientras escrutaba entre el humo, “hay que tener valor para hacerlo delante de toda la Comisaría al completo.”
El humo se fue disipando, y García asistió a un espectáculo dantesco. Había un cadáver ensangrentado y desmembrado de un bombero en el suelo, y encima de él había una criatura de unos tres metros de alto, que parecía medio sapo y medio lagarto. Se oyó un grito, y después otro, y la multitud, que se había rezagado ante la segunda explosión, huyó en estampida. La criatura levantó la cabeza y García observó con horror que tenía las fauces manchadas de sangre, y que de su boca colgaban los intestinos del desafortunado bombero.
Hambre. La criatura seguía teniendo hambre, a pesar de que ya había devorado a una docena de personas en el interior del edificio. Los humanos tenían poco alimento para la criatura, pero eran fáciles de alcanzar y consistían un manjar exquisito para ella. Normalmente se hubiera conformado con dos o tres, pero estaba en época de puesta y necesitaba todo la comida que pudiera conseguir para aguantar después un largo período sin poder alimentarse. Pero entonces sintió dolor. Algo se había clavado en su carne. Dolor. Y se dirigió hacia la fuente de éste, una humana.
El subcomisario Raimi observó cómo la teniente García disparaba contra la criatura que había salido de entre los escombros del edificio, y que ésta dirigía su mirada, provista de una cruel inteligencia para la opinión de Raimi, hacia García. La criatura abandonó entonces el cadáver del bombero y se lanzó contra ella, que la esquivó por muy poco. Se estrelló contra uno de los coches de policía, y lo hizo salir volando unos cincuenta metros, totalmente destrozado por el impacto de la criatura.
Raimi disparó entonces contra la criatura inmóvil, que se estaba recuperando del choque. Vació su cargador antes de que los demás policías siguieran su ejemplo y empezasen a disparar contra ella. Mientras recargaba y se oían los disparos a su alrededor vio que García se incorporaba, con una cojera leve, y se dirigió hacia ella. La joven no había sufrido daño alguno, aparte del golpe contra el suelo.
Dolor. Mucho dolor. Nunca antes los humanos le habían producido tanto dolor, y la criatura dejó su venganza para más tarde. Sería más fácil probar suerte en otro lugar. Ahora tenía que escapar.
Con un aullido que parecía salido de los pozos más profundos del infierno, la criatura saltó por encima del cordón policial y empezó a correr por la carretera, dirigiéndose a la gran avenida que constituía el eje central de la ciudad. Raimi y García se montaron en el Land Rover, y activando la sirena se lanzaron en persecución de la criatura.
Una vez llegaron a la avenida, vieron la estela de caos que iba dejando la criatura: coches destrozados en medio de la carretera, autobuses y camiones volcados… Los heridos se veían por doquier, y ante esto García cogió la radio y marcando el canal apropiado, avisó al hospital más cercano para que enviaran todas las ambulancias posibles al lugar de los siniestros. Después marcó el canal de la Comisaría y dio el aviso de que una extraña criatura estaba sumiendo en el caos la ciudad, dando la dirección que parecía estar siguiendo la criatura. Todas las unidades debían acudir inmediatamente a reforzar la posición del comisario y la teniente. Se debía avisar a los helicópteros y al ejército, si era necesario.
En aquel momento, el coche dio un bandazo por un bache inesperado que Raimi no pudo esquivar. Conducía a la máxima velocidad que le permitía el automóvil, pero se vio recompensado cuando a lo lejos vieron a la criatura, corriendo a tal velocidad que apenas conseguían mantener su ritmo. Pero entonces, la criatura embistió a un coche, y éste, destrozado, cayó justo delante del Land Rover de los dos policías, obligando a Raimi a frenar en seco. No chocaron por cuestión de centímetros, y cuando se volvieron a poner en marcha, ya no veían a la criatura.
El dolor remitía, y la criatura supo que podría curarse las heridas en pocos días. La puesta no corría peligro. Tuvo la tentación de dirigirse lo más rápido que podía al mar, pero su instinto le dijo que sus perseguidores creerían eso. Así que en una intersección de la carretera, se dirigió al interior, buscando un río para ocultarse. Lo encontró, a pocos kilómetros del cruce, y se sumergió en las aguas de éste.
Cuando el Land Rover llegó a la intersección, la duda apareció en Raimi y García. Desde una decena de kilómetros atrás no había huella ninguna de la criatura, pues el tráfico a aquellas horas ya era nulo, pues la gente estaba trabajando. ¿Hacia dónde había ido? Hacia un lado estaba la costa, y un pequeño pueblo que era famoso por sus playas. Hacia el otro lado, la carretera que llevaba hacia el interior, donde a unos sesenta kilómetros se hallaba otra ciudad, más pequeña.
- Creo que ha ido hacia la costa, señor.- dijo García.- A esa criatura parecía gustarle el agua.
- ¿Estáis segura?
- Es más bien una intuición, señor. Pero creo que no puedo equivocarme.
- Está bien.
Raimi giró a la derecha, hacia el pequeño pueblecito costero, buscando algún indicio de la criatura. No lo halló. Cuando llegaron a su destino y vieron que el pueblo estaba en tranquilidad y sin destrozos, supieron que se habían equivocado.
- Lo siento, señor.- García estaba enfadada consigo misma, por perder a la criatura.- Es culpa mía. Yo dije que fuésemos hasta aquí y…
Comentarios
Ahora un momento... Te van a publicar el relato??? siiii??? Oh...
(cara de sorpresa)
Un besiño...y ya nos dirás xD
Pero si quieres cuando salga a la venta te reservo uno ^^
A ver si un día de estos ponemos uno de mis relatos y así dejas de darme la vara ¬¬
Un beso :p