Relato: Sueños
Todo empezó, lo recuerdo perfectamente, un jueves de mayo. Me
desperté cansado, pero con una sensación de tranquilidad extraña.
Había soñado mucho aquella noche, pero apenas recordaba nada. Raro
en mí, ya que o no sueño o lo recuerdo vívidamente. Achaqué todo
aquello a la pizza que cené la noche anterior, todos sabemos que
cuando cenas pizza esa noche tienes sueños extraños. Unos días
después volví a tener la misma sensación al despertar. Y seguía
sin recordar nada. No pude culpar a la pizza esta vez, pero no le di
la menor importancia.
Aquellos primeros días no se me ocurrió en ningún momento comentar
nada con ningún conocido. Era de estas cosas que sientes al
levantarte, pero en cuanto te duchas y te despejas con el primer café
de la mañana ya se te han olvidado hace rato. Tampoco hubiera
cambiado nada.
Poco a poco aquellos despertares extraños se fueron haciendo más
comunes. Y tardé mucho en darme cuenta de que aquello significaba
algo. Aún así, creo que fui de los primeros en investigar el
fenómeno, quizá porque ni tomaba medicación, ni ninguna otra cosa
que pudiera dar una explicación sencilla a aquello. No había
variado mis rutinas, ni mis horarios ni mi alimentación.
Empecé a hacer un calendario,
marcando aquellos días que me despertaba con aquella sensación.
Pronto encontré un patrón, los sueños siempre volvían cada dos,
siete o once días, y nunca
seguían dos veces la misma repetición. Nunca apunté dos sueños
seguidos. Fue entonces también cuando empecé a buscar información
de sueños recurrentes, pero la mayoría eran sacacuartos o
vendehumos, y los pocos que no tampoco me podían dar una explicación
que me sirviera. Conocemos poco acerca de los mecanismos que rigen
los sueños, o al menos antes de que pasara todo esto. Consulté
con algunos conocidos, pero pocos manifestaron tener experiencias
parecidas a las mías, y los que lo hicieron no le daban apenas
importancia.
Un día caminando por la calle, de
repente tuve un dejà vu.
Vi sonreír a una chica que esperaba en la parada del autobús, y
supe que, en algún momento de mis sueños extraños, veía una
sonrisa. Como cuando recuerdas de repente algo que has olvidado, o
que has soñado, supe, también, que muchas veces el sueño se
repetía.
Reconozco
que me obsesioné con aquella sonrisa. La del sueño, no la de la
chica de la parada. Pasé horas y horas buscando en Internet pero
ninguna era como la de mis sueños. Ni conocidas, ni famosas, ni
gente aleatoria de la red. Llegué a plantearme contratar a un
dibujante, experto en retratos, para que hiciera un esbozo de la
sonrisa que soñaba, pero es que tampoco conseguía recordar lo
suficiente como para describirla con exactitud.
Entonces, exactamente un año
después del primer sueño, soñé. Y aquella vez al despertarme sí
recordaba algo. La sonrisa era mucho más definida, y también
recordaba otra cosa. Una sensación, que sólo pude concretar unos
cuantos sueños después. La sensación que tienes cuando por fin te
encuentras con alguien a quien hace mucho que no ves. Seguro que hay
una palabra en alemán para describirlo. Y
la tranquilidad con la que me despertaba ya no era extraña, sino
conocida y bienvenida. Estaba mucho más relajado después de soñar,
a pesar de que mi cabeza hervía con teorías acerca de por qué me
estaba pasando aquello.
Mucha más gente entonces se daba cuenta de que pasaba algo y se
empezó a hablar más abiertamente del tema. Sin embargo nadie
recordaba lo mismo. Lo que para mí era una sonrisa para otro eran
unos ojos, o el cabello, o unas manos. Algunos tenían la sensación
de reencuentro que me invadía a mí, otros de que a partir de ahora
todo iba a ir mejor, otros simplemente una inmensa gratitud.
Las redes pronto empezaron a hervir
con teorías, científicos empezaron a estudiar el fenómeno, y por
último los medios tradicionales se hicieron eco de aquello que, por
lo visto, nos pasaba a todos. Pero
nadie era capaz de encontrar una explicación. Nos pasamos otro año
divagando, sin poder recordar mucho más de nuestros sueños que lo
que ya habíamos recordado. Se habló de que podría tratase de las
ondas electromagnéticas que utilizaba la red 5G que se estaba
implantado en todo el mundo, de alucinaciones producidas por la
contaminación, de algún producto lisérgico desconocido presente en
algún alimento, o en el agua, o en algún cosmético. Por supuesto,
siempre hubo algún rarito que decía que podían ser fantasmas, o
extraterrestres,
y todos nos reímos de aquellas ocurrencias en esos días. Ilusos.
Un efecto colateral de los sueños,
que tardó mucho en hacerse visible, es que todos estábamos mucho
más tranquilos y relajados. Eso implicó, al principio, una caída
gradual de la criminalidad, pero también que poco a poco conflictos
que llevaban años o décadas encarnizados se diluyeron poco a poco,
hasta que tratados y nuevas amistades los acabaron sustituyendo.
Todos éramos un poco más felices, estábamos menos estresados y
teníamos un poco más de empatía por lo demás. Al fin y al cabo,
todos éramos víctimas de aquellos extraños sueños. Compartíamos
más, y también pasábamos más tiempo con nuestros familiares y
amigos, o empezábamos a forjar nuevas relaciones con hasta entonces
completos desconocidos. Por una vez, el mundo estaba yendo a mejor.
Era culpa de los sueños, pero nadie entendía por qué.
Y cuando se acercaba el segundo
aniversario del primer sueño, éstos empezaron a hacerse más
nítidos. Recordábamos más cosas,
no sólo un detalle o una sensación. Un
día, fuimos capaces de
recordarlo todo.
En mi caso, soñaba con una mujer, aproximadamente de mi edad, con
una sonrisa que me deslumbraba. La oía hablarme, en un extraño
idioma que era capaz de entender, diciéndome que necesitaba mi
ayuda, que venía de muy lejos y que ella también me ayudaría a mí.
Todos soñamos con personas
diferentes, pero el mensaje era más o menos el mismo. Durante tres
días el sueño fue el mismo, y
al amanecer del cuarto día, la Tierra fue invadida.
.
.
.
O bueno, no sé si se puede considerar invasión si el invadido
recibe con los brazos abiertos al invasor. Porque eso fue lo que
hicimos. Cuando las naves se acercaron a la atmósfera y descendieron
a las afueras de nuestras ciudades, nos acercamos para darles la
bienvenida. Una vez aterrizaron, vimos que los tripulantes de
aquellas naves no eran sino criaturas prácticamente humanas,
aquellos que poblaban nuestros sueños. No les teníamos miedo,
porque en nuestro interior sabíamos que teníamos que ayudarles y
también que ellos nos ayudarían a nosotros, así que eso hicimos.
Ayudarles.
Muchos les
construimos viviendas, primero temporales y luego definitivas, cuando
se vio claro que habían llegado para quedarse. Otro
les alimentamos, les vestimos
y les dimos nuestra amistad. Nos
mezclamos con ellos y les hicimos un hueco en nuestra sociedad.
Ellos a cambio nos contaron la causa de sus males, una supernova que
estalló antes de tiempo y barrió todo su sistema, diezmándolos y
acabando con una gran parte de su pueblo. Sólo les quedó el
exilio a aquellos pocos que sobrevivieron, forzándolos a buscar otra
zona habitable del universo. Y por suerte, por destino o por azar,
llegaron hasta aquí, a nuestra Tierra, que en su idioma tiene un
nombre impronunciable pero que significa “Esperanza”. Nos
enseñaron su tecnología, su historia y filosofía, abrieron sus
corazones y nos contaron todos sus secretos. También nos contaron,
por fin, que habían interferido en nuestros sueños para que
estuviésemos más abiertos a su presencia, pero que habíamos
sobrepasado con creces sus expectativas. Ellos plantaron una semilla
en nosotros, pero fuimos nosotros los que la hicimos crecer.
En cuanto a mí, encontré a la alienígena que invadía mis sueños,
y nos hicimos amigos y al final, nos enamoramos. Aquella sonrisa pasó
a acompañar todos los días de mi vida.
Pero no todo iba a ser tan perfecto.
Escribo estas líneas para
introducir el mensaje en una baliza de emergencia cósmica, para
advertir a otros mundos ahí
fuera. Me ha costado días, aprovechando los pocos momentos de
lucidez que me dejan las interferencias cognitivas de los
alienígenas. Están esquilmando nuestro planeta, usándonos como
mano de obra barata. Y nosotros estamos felices de ayudarles, de
destruir nuestro planeta y ser sus esclavos por culpa de esa
tecnología que usan para interferir en nuestras mentes. Nos dominan,
y no tardarán en irse a dominar a otros. Nos han engañado, y nos
abandonarán a nuestra suerte en nuestro planeta saqueado en cuanto
acaben con nuestros recursos, con
tecnología que no podremos usar porque no tendremos combustible para
hacerla funcionar.
Nosotros estamos perdidos, pero
quizá haya otros que aún puedan salvarse. No confiéis en los
sueños.
Basado en sueños
reales.
Comentarios